Prólogo del libro «Diosa Conectada mujer amada» por Anaisa Expósito
La mujer que soy hoy en día, ha recorrido un largo camino en la dirección de su libertad interior. Pero la verdad es, que durante mucho tiempo, fui el resultado de esa programación cultural y propaganda, que nos hace creer que el amor es una experiencia que nos dan los demás, y que es algo que tenemos que perseguir y cazar del afuera. Ciertamente, era a través de mis relaciones de pareja, donde esto se hacía más evidente, ya que en el fondo, existía esa creencia muy arraigada, de que era el otro el que me habría de dotar de valor, de estima, de amor, y de una sensación de sentido, propósito y dirección en la vida.
En mi camino de sanación, o en mi despertar espiritual, ha sido primeramente una reconciliación con la persona más importante de mi vida: yo misma, lo que ha marcado la pauta. Ha sido un camino maravilloso y confrontante, para aprender a abrazarme en la totalidad de mi Ser. Abrazar y amarme en mi grandeza, pero también abrazar y tocar con amor las partes rotas, dolidas y avergonzadas, que durante tanto tiempo busqué esconder, reprimir y negar. Me parece importante hacer la aclaración, de que sanarme, no se refiere a una condición física, sino que ha representado abrazar con amor, todas mis partes, mi sombra y mi luz. Para finalmente transformar a ese ser fragmentado, que durante mucho tiempo fui, en una mujer que puede aceptarse rota, y que se sabe merecedora de todo el amor incondicional. Antes de siquiera comenzar a hablar sobre la relaciones de pareja, lo más honesto que puedo hacer es hablarles sobre la sanación qué he elegido para mí, en la relación conmigo misma, el reencuentro con mi propio amor. Puesto que de ahí se han derivado todas las demás relaciones que voy creando en mi vida y que son sin lugar a dudas, un reflejo de mí.
Realmente, yo no sabía estar sola, pues vivía desconectada de mí misma. Así que con ansiedad, angustia y desesperación puesto que nada en mi vida, parecía llenarme, emprendí una búsqueda desenfrenada de amor y propósito. Sentía un imperiosa necesidad, de saciar un vacío interno insoportable, con lo que fuera, y con quien fuera. Ahora sé, que lo que siempre busqué, fue amor, mi propio amor. Al final el ser amados es lo que todos y cada uno de nosotros estamos buscando. Aunque se vea de diferentes formas en la superficie, aunque parezca que lo que se busca es fama, dinero, poder, seguridad, belleza, prestigio o lo que sea, en el fondo, lo que deseamos, es sentirnos amados profundamente y las certezas absolutas, que sólo el amor incondicional nos puede dar. Por una parte, era este condicionamiento social, colectivo, de dependencia de todo lo externo, lo que me determinaba en mi actuar, pero por otro lado, también, mis propios vacíos, mis propias heridas y una profunda crisis existencial.
En algún momento, en este espiral descendente, plagado de mucho sufrimiento emocional, llegué a la realización interior, de que necesitaba comenzar a elegir algo distinto. Por momentos era como no poder siquiera, ver el suelo por donde caminaba, o como estar parada frente al borde de un precipicio lleno de la más densa niebla. Y al mismo tiempo, sentir una voz en mi interior, que me invitaba a elegir algo diferente. Es muy cierto también, que cuando el alumno está listo, aparece el maestro, y en mi caso en particular, sucedió así. Mi maestro el dolor, y mi maestro el sufrimiento, me fueron abriendo el camino, mostrando las posibilidades y herramientas, para poder finalmente comenzar un camino, de regreso a mi corazón. Cuando hablo del corazón, me refiero al cuerpo energético y profundo de lo que somos, que va más allá de nuestro cuerpo físico. Algunos también le llaman el Ser, la consciencia, nuestra divinidad, pero es, ese espacio eterno, infinito, omnisciente y omnipresente que es la esencia de lo que somos. Ese corazón, que vibra en amor, en gratitud, en alabanza y en apreciación, ese espacio puro y profundo que se sabe infinito, que no demanda del exterior pues se siente completo, que siente dicha inmensa en compartir, dar y servir, porque sabe que al hacerlo, se da a sí mismo, ese que ama sin apegos de forma incondicional, que es presencia pura y que se sabe en unidad con todo.
Fue hasta que comencé a re conectar con esta esencia, mi esencia, nuestra esencia, que las relaciones de mi vida pudieron empezar a reflejar algo distinto. Mis creaciones empezaron a transformarse, pero ahora puedo ver con completa claridad, que la transformación comenzó en mi interior. Fue justamente un día, en un callejón sin salida, que encontré el punto de palanca para darle la vuelta a mi vida. Y fue esa vocecita de mi consciencia, débil en ese entonces, y ensordecida por mi ruido mental, mis miedos, mis heridas y mi estrés, la que comenzó a recibir todo mi foco y todo el alimento que podía darle. Cursos, libros, talleres, meditación, documentales, terapia, yo hice de todo, y es esa búsqueda, la que hoy me tiene aquí, parada desde otro lugar, y completamente renovada internamente.
La calidad de las relaciones que creaba, y de las cuales, en su momento, consideraba a ser la víctima, eran nada más y nada menos que un reflejo de mi estado interno. Un estado interno caracterizado principalmente por la falta de amor hacia mí misma. Lo que para muchas personas puede ser una adicción a la comida, a substancias, al trabajo, para mí lo fue la búsqueda de una pareja. Una búsqueda desesperada y larga, por encontrar una persona que me traería amor, paz, y estabilidad. Una búsqueda que emprendí desde la necesidad y la carencia, creando simplemente más carencia y aun más necesidad. Una relación de pareja, entendí mucho tiempo mas adelante, no es un plato de donde servirse, para tomar, tomar y tomar. Es un espacio consciente para dar ese amor que ya hemos cultivado internamente, que nos rebasa, y se mueve desde nuestro interior, a impregnar todo lo que nos rodea. El amor propio e incondicional es todo menos egoísta, ya que nos pone en una mejor disposición para dar y servir a los demás. Nadie puede servir de una taza vacía, ya que si no estás llena de ti, no vas a estar en condiciones para compartir con los demás y mucho menos con una pareja.
Cuando somos niños, experimentamos una innata experiencia de estar completos y en unidad con todo lo que es. Experimentamos además una amor incondicional que mana de nuestro Ser y que se desborda a todo nuestro alrededor. No tenemos miedo de mostrarnos tal cual somos, ya que descansamos en la realización de la perfección de nuestros Ser. Nos abrimos al amor, pues el amor es lo que somos, pedimos ayuda cuando la necesitamos y nos sentimos infinitamente abundantes y poderosos. Si bien, necesitamos del exterior para que nos ayude a mantenernos vivos y sobrevivir, nos sentimos merecedores del amor y la atención que se nos brinda. Pero de forma paulatina y gradual, comenzamos a experimentar impactos emocionales en diversas experiencias, que nos dejan en claro, que al mostrarnos tal cual somos, hay un riesgo de dejar de recibir amor y aprobación de los demás. Se nos condiciona a sentirnos fallados, raros, inadecuados y se nos obliga a comenzar a encajar en trajes mortalmente apretados, los cuales terminan asfixiando nuestro Ser y aniquilando nuestra autenticidad. De forma muy gradual y casi imperceptible, migraremos de estos seres perfectos y completos, a adultos, que necesitan estar constantemente reafirmando su valor con la opinión de otros, persiguiendo la felicidad, y buscando el amor fuera de ellos mismos. De alguna u otra forma, todos los seres humanos compartimos esta gran primera fractura, la separación de nosotros mismos, de nuestro infinito poder y fuente de amor que está dentro nuestro. Y ahí, todo simplemente cambia, es como si hubiéramos de alguna manera olvidado que somos Dios, para ponernos a jugar a ser entes fragmentados, pequeños y limitados, viviendo desde el miedo, que viene a ser justamente lo opuesto de lo que en realidad somos.
Desde nuestra profunda desconexión y amnesia, nos adentramos a jugar desde esa inconsciencia, el juego de la vida, tomándonoslos demasiado en serio. Profundamente condicionados a que el afuera habrá de satisfacer nuestros vacíos existenciales y mitigar nuestras heridas. Comenzamos a hacer todos los ajustes necesarios para asegurarnos de que ese amor lo habremos de recibir. Incluso cuando ello implique ponernos máscaras, fingir, esconder quiénes somos, traicionarnos, traficar con nuestra esencia, renunciar a nuestros deseos más profundos, desatender nuestras necesidades básicas, o lo que sea. Todo con tal de recibir aquello, que creemos que no podremos darnos a nosotras mismas, pero que habremos de demandar desesperadamente de los demás.
La verdad es que muchas veces no sabemos que es indispensable amarnos a nosotros primero, e incluso, no tenemos ni la menor idea de cómo hacerlo. En mi experiencia, al menos, fue así. Hemos pasado tanto tiempo atendiendo a los demás, el afuera, lo que podemos ver y tocar, lo tangible y lo concreto, que nos abandonamos, desconectándonos por completo de nuestro universo interior. Resulta que no nos conocemos, no sabemos cuáles son nuestras necesidades, mucho menos las atendemos, no sabemos quiénes somos, pero sí esperamos que nuestra pareja lo sepa y lo resuelva. Pero esta forma de pensar y de vivir, es una terrible trampa, ya que aunque estuviéramos con una pareja que tuviera el deseo de completarnos, y de llenarnos, esto simplemente no daría resultado. Cuando sientes un vacío existencial, no necesitas nada externo, ni nada que los demás puedan darte de forma efímera y temporal. En realidad, tu Ser está pidiéndote que vuelvas a casa, a conectar contigo misma. Nadie puede llenarte si no estás llena de ti. Deja de exigirle a los demás lo que solamente tú puedes darte. Tú puedes ser la fuente de todas tus demandas.
Cierto es, que el condicionamiento social y más cuando hablamos de los temas de la pareja, es poner siempre el foco en todo lo que está mal con el otro. Vivimos, de alguna forma, en una cultura que promueve la irresponsabilidad de no vernos a nosotros mismos y de depositar todas las cargas en el otro. Evadimos a toda costa mirarnos, apuntando el dedo juzgador hacia los demás; y quién mejor que la pareja, que además siempre está tan cerca. Al hacer esto, alejamos la mirada de nosotras mismas, nos robamos la posibilidad de observarnos, de crecer, de conectar y por ende, de evolucionar. Y así vamos pasando de relación en relación, creyendo que el problema siempre está en el otro, repitiendo los mismos patrones una y otra vez, porque no estamos dispuestos a ver que nunca se trata realmente de los demás. Hoy te invito, a que dejemos de hablar del otro y comencemos a hablar de ti, y de lo que pasa contigo.
Por favor no se mal entienda, de que solamente estando solos, podemos sanar. El estar en pareja, es una gran espacio, que contiene la semilla de la transformación interior, cuando estamos dispuestos a reconocer que el otro nos presta un servicio maravilloso. Servicio sin el cual, no podríamos ver con tanta claridad nuestras limitaciones, nuestros lugares dolidos, nuestras creencias limitantes, nuestras áreas de oportunidad. Por decirlo en otras palabras, el vínculo con la pareja, será una fuente inagotable para tu auto observación, para tu toma de consciencia. Pero si en vez de ello, te dedicas simplemente a proyectar en el otro, sin observarte a ti misma, estarás renunciando quizá a uno de los regalos más importantes que te brinda la vida. Si no sientes amor de tu pareja, comienza a mirarte y observar esos lugares donde tú no eres amorosa contigo misma. Cuando percibas que tu pareja no es comprensiva, pregúntate, ¿en dónde yo no me estoy comprendiendo a mí misma? Cuando sientas que tu pareja no te elige, pregúntate, ¿en dónde yo no me estoy eligiendo a mi misma? Tu pareja es un gran espejo para que puedas ver todos esos puntos ciegos. En la medida en la que comienzas a observarte y amarte de forma incondicional, ese amor se va a ver reflejado también en tus relaciones. Si ves abandono en tu pareja, falta de interés, pregúntate, ¿en donde tú estás contribuyendo a todo eso? Y comienza a transformarlo en tu interior. Dentro de ti empieza la verdadera transformación. Todo eso que deseas ver en tu pareja, comienza a cultivarlo en ti. No esperes a que tu pareja haga por ti, lo que tú no estás dispuesta a hacer por ti misma. Comienza en este momento a amarte de forma incondicional, en vez de desgastarte en un reclamo estéril para que los demás te amen. Eso vendrá por añadidura y como consecuencia del tipo de relación que tengas contigo misma.
No vendieron y nos compramos la idea, de que necesitamos un complemento, una media naranja para ser felices, y para encajar en un tejido social idóneo. Tenemos profundamente enraizada la creencia de que estar solo, es señal de infelicidad, de fracaso, de deficiencia, de soledad, de insatisfacción y entonces buscamos desesperadamente, llenar ese espacio con quien sea y pagando cualquier costo, incluso el de nuestro propio abandono. Por favor no se mal entienda lo anterior, no estoy diciendo que el estar en pareja sea negativo o que sea indeseable, lo que estoy diciendo es que ni siquiera el estar en pareja es garantía de felicidad y plenitud interior, si no nos amamos a nosotras mismas, nos conocemos y estamos conectadas profundamente con quienes somos. Pero esa idea de una media naranja buscando, a otra media naranja, es quizá una de las ideas que más daño nos han causado como sociedad y como individuos. Estás completa, siempre lo has estado, una relación no va a llegar a completarte, a darte lo que no posees. Esto, es una ilusión que solamente te garantizará un profundo sufrimiento. Una relación consciente, comienza por saber que estás completa, y que estás en la posibilidad de dar amor incondicional, de sumar y de aprender en alianza con el otro. Un otro, que a su vez también está completo.
Lo maravilloso fue, que cuando que dejé de buscar en otros y en lo externo, pude comenzar a escuchar la sabiduría de mi corazón, para así, construir los cimientos de mi hogar, dentro de mí. Te invito, a que no construyas los cimientos de tu casa, en otros, ni en cosas. La única persona que necesitas para vivir, es a ti misma y la única persona que siempre va a estar, eres tú. No existe substituto para el amor propio. Curiosamente, cuando te amas a ti misma, puedes amar a los otros en libertad, y no desde la necesidad y el apego.
Por todo lo anterior, es para mí un verdadero privilegio el poder servir de preámbulo a un libro tan importante y que tiene un mensaje tan poderoso. Primeramente, porque es el tercer volumen de una saga de libros dedicados a la consciencia, a la conexión con nuestra divinidad y a la reconciliación con la persona más importante de nuestra vida, que somos nosotras mismas. Pero sobre todo, porque la autora, nos comparte desde su propia experiencia, su propio camino de auto transformación, y de auto conocimiento. No hay nada más valioso que el saber que las palabras que inundan las páginas que estas por comenzar, no brotan del intelecto, sino que brotan de lo más puro del corazón y de la propia experiencia humana de Anaisa Expósito. El ir recorriendo este libro que hoy tienes en tus manos, es un viaje honesto, transparente, vulnerable y maravilloso. La autora nos desnuda su corazón, sus momentos mas íntimos, nos comparte su cielo y su infierno, su sombra y su luz. Dejando al descubierto sus momentos mas vulnerables, y auténticos, pero puestos al servicio de los demás. Hoy en día, no puedo pensar, en un acto más valeroso, que el de mostrarnos sin máscaras, como ella lo hace aquí. En un mundo, que no estimulará nuestra sanación y nuestro amor propio, el libro que tienes hoy en tus manos, es aún más relevante y significativo, pues te invita a que tomes en tus manos, las riendas de tu libertad interior. Es además, una invitación a despertar de la ilusión de la separación, a una toma de consciencia de quien eres, de tu infinito poder, una herramienta para la auto observación y tu auto transformación. El mundo probablemente seguirá forzándote para encajar, para que seas uno más del montón, así que tu sanación, tu reencuentro contigo misma, y la expansión de tu conciencia, dependen de ti. Es una elección que habrás de hacer en cada momento. Nadando quizá completamente en contra corriente con los condicionamientos sociales y nuestra cultura, este libro se vuelve una herramienta fundamental para quienes buscan verdaderamente conocerse, amar y amarse en plenitud. “Diosa conectada – Mujer amada” es un libro catalizador de la transformación interna y una invitación contundente para la toma de responsabilidad en la relación con una misma y en las relaciones más importantes de nuestra vida. Ya que cuando nos sanamos a nosotros mismas, sin duda alguna, traemos paz a nuestros hogares, nuestras relaciones, nuestros corazones y al mundo.