Tan sólo terminé de teclear el título y sentí por un segundo miedo. Señal de mi cuerpo, y del universo, que este tema es el elegido y necesario para esta semana en mi blog. Los miedos hace mucho tiempo que dejaron de mandar en mí. Los veo, los escucho, los siento y los abrazo, pero no los dejo que decidan qué sí y qué no puedo hacer.
Eso de atravesar miedos, además, se ha vuelto mi deporte preferido. Los ando cazando y disolviendo como fantasmas que me rondan, pero que se desvanecen en mis manos y a la luz del amor. Además, me parece importante, no dejar pasar ninguna oportunidad para limar las asperezas de mi ego.
¿Por qué sentí miedo? Porque aún existe en mí, la idea de que debemos ser prefectos y proyectarnos así. Porque aún ronda esa voz, en mi cabeza, aunque en voz baja, de que lo vulnerable y roto, vale menos. Porque vivimos en un mundo, en donde mostrarnos como somos, con nuestra luz y obscuridad, nos deja al desnudo y hemos pasado años construyendo muros y protecciones para no sentirnos así. Muros y protecciones que después se vuelven nuestras propias cárceles. La paradoja es, que el mundo, necesita más personas dispuestas a mostrarse tal cual son, dispuestas a mostrar su corazón sin máscaras. Los corazones abiertos son indispensables para conectar, sumar, sanar, comprender y para vivir la vida a plenitud. Dejando de lado las etiquetas, los deberías, los disfraces y los automatismos, los corazones abiertos, son la semilla de la conexión y de la vida.
Por eso, no puedo dejar pasar la oportunidad de ejercitar el mío, abriéndolo ante tí, que me lees y de desafiar todas esa voces de mi ego, que me dicen que abrir el corazón es peligroso. Al mostrarme tal cual soy, sin esperar aprobación, y abrazándome con fiereza y amor incondicional, me permito ejercitar el músculo de ser yo, de ser real, de destrozar esa imagen de perfección que me limita y me genera sufrimiento. Hoy vivo desde un lugar de profundo amor por mí, y experimento en mi cuerpo, la certeza total de lo que soy y de lo que valgo.
Sin embargo, mucho tiempo busqué el amor fuera de mí. Lo que para muchas personas puede ser una adicción a la comida, a substancias, al trabajo, para mí lo fue la búsqueda de una pareja. Una búsqueda desesperada y larga, por encontrar una persona que me traería amor, paz, y estabilidad.
Recuerdo perfectamente la sensación de vacío total y de desgarramiento interior, que me provocaban mis encuentro casuales con hombres. No eran casuales por que yo lo quisiera de forma consciente, en mi cabeza, yo siempre busqué una pareja estable. Pero sistemáticamente me creaba personas, que no querían más allá de algo casual.
Recuerdo sentirme internamente como un perrito de la calle, buscando a la persona que me daría refugio, cuidados, alimento y amor. Podía ser cualquiera, y es que era tal mi desesperación y mi necesidad de amor de pareja, que poco me detenía a pensar en los tantos inconvenientes que esto traería a mi vida. Los riesgos, y el desgaste tan profundo a nivel físico, mental y emocional a la que esta búsqueda compulsiva, me arrastraría. El problema no era tal búsqueda, o el deseo de una pareja, o tener múltiples encuentros casuales. No tengo juicio con nada de eso, espero que esto no se mal entienda. La situación es que yo estaba buscando desde el miedo y desde la necesidad. Como alguien incompleto, que busca con desesperación esa parte que le falta y que le promete una vez hallada, dotarla de felicidad y de amor infinito.
Nada más falso que eso.
Buscaba con ansiedad, angustia y desesperación puesto que nada más en mi vida, parecía llenarme. Como el adicto que aunque desea dejar su adicción, recae una y otra vez por que es lo único que le anestesia esa sensación de dolor y de vacío. La necesidad de saciar ese espacio interno, con lo que fuera, y con quien fuera, se tornó en una necesidad imperiosa. Ahora sé, que lo que siempre busqué fue amor, mi propio amor. Al final el ser amados es lo que todos y cada uno de nosotros estamos buscando. Aunque se vea de diferentes formas en la superficie, aunque parezca que lo que se busca es fama, dinero, poder, seguridad, belleza, prestigio o lo que sea, en el fondo, lo que deseamos, es sentirnos amados profundamente y las certezas absolutas, que sólo el amor incondicional nos puede dar.
Entonces pues, anduve por ahí, aceptando de todo, francas migajas, abusos, incomodidades, situaciones riesgosas, no amorosas y todo con la expectativa de que alguno de esos hombres, iba a tener la capacidad de mirarme profundamente, y ver a través de mí, y reconocer mi valor. Podría haber conocido a todos los hombres del planeta, y nada habría sido distinto. Ellos, simplemente me reflejaban mi propio estado interno; de abandono, de violencia, y de falta de amor. No podemos esperar encontrar externamente, lo que no nos estamos dando a nosotras mismas, y tuve que pasar por muchas cosas para llegar a esto que hoy, es una claridad interior y mi propia sabiduría hablándome de frente. Ahora sé, que no fui víctima de nadie, nunca lo fui, ellos fueron a su forma maestros para mí.
Recuerdo sentirme internamente muy pequeña, muy inmadura, como una niña agazapada en un rincón obscuro esperando a su papá para rescatarla. Sin ser consciente, le entregué a las personas a mi alrededor, la importante tarea de valorarme, cuidarme, amarme y apreciarme. Esperaba quietecita, y esperé durante años, a que alguien, viniera a reconocerme como un ser valioso, importante y especial. Pero eso nunca sucedió.
Durante 3 años, recuerdo experimentar el estar en un espiral descendiente, alejada por completo del auto cuidado y el amor propio. Cualquiera que me hubiera visto, podría decir que lo que buscaba eran momentos de placer, sin embargo, placer era lo que yo menos experimentaba. Estaba sufriendo mucho.
Mi cuerpo, se volvió mi moneda de cambio. Trafiqué con él, de tantas y de múltiples formas. Para mí, el encuentro sexual, se volvío una gimnasia corporal hueca y acartonada, acompañada de una magnífica interpretación actoral de placer y sensualidad. ¿El objetivo? Complacer al otro, al individuo que tenía en frente, darle lo que fuera que él deseara, para recibir a cambio su amor. Me sentía como en una obra de teatro, tratando de agradar, de interpretar un personaje, de complacer, de ponerme completamente a disposición del otro como un tapete. Dándome un valor, en números negativos.
Tenía tan bien puesto mi disfraz de mujer apasionada e independiente. Disfraz roído y frágil, que cubría a una niña deseosa y anhelante de ser vista y reconocida. Me sentía tan vacía y cada vez más. Recuerdo que siempre anhelaba los momentos posteriores al encuentro sexual, pues el encuentro en sí, eran un mero trámite o medio para obtener algo más. Un desayuno acompañada, una conversación pintoresca, compartir mis sueños y anhelos, sentirme importante, sentirme escuchada, un abrazo, compañía, una propuesta para volver a vernos, afecto, amor, y sin duda alguna conexión. Buscando siempre en otros esa conexión, esa chispa de vida, conexión que yo no tenía para conmigo misma. Pero que buscaba ilusoriamente encontrar en los otros, en algún lugar, fuera de mí. Eso no me funcionó como yo lo esperaba.
Estoy muy clara hoy, que esta herida, que se mostraba en la superficie como una serie de acciones compulsivas, surgió en mi infancia. Relacionado con la fractura en la relación con mi papá. Tuve que pasar mucho y por mucho para darme cuenta. Y después de darme cuenta, tuve que pasar por mucho para sanar. Me siento ahora, orgullosa de todo lo que he podido evolucionar. Y con total transparencia, puedo decir que aun sigo en ese proceso.
Esta claridad, que hoy se ha vuelto mi propia experiencia, me llegó un día, en mi momento más obscuro. Durante esa época de confusión y abandono, me di cuenta un día, que mi comportamiento podía, potencialmente llevarme a perder la vida.
Me recuerdo sentada en el borde de mi cama, después de regresar de un viaje a Canada, pasando por mi cabeza todo el calvario que acababa de vivir. En ese viaje, fui a conocer a una persona con quién contacté por una app de citas, mientras él visitaba México por un viaje de trabajo. Nos vimos una sola vez, pasamos la noche juntos y ahí me bajó la luna y las estrellas, y por su puesto yo le quise creer. Recuerdo a la mañana siguiente despertar y mirarlo por la ventana de la habitación, discutiendo con una mujer que se veía muy alterada. Él me explicó, que era una amiga muy intensa, que le reclamaba por un malentendido que tuvieron durante su estancia en México. Obviamente le creí todo. Uno cuando no está listo para ver y cuando no quiere ver, ni aunque lo tengamos delante de las narices.
Me recuerdo extasiada escuchando las cosas y los escenarios que él me compartía de todo lo que haríamos juntos. De verdad, no me di cuenta de nada. Y les soy sincera, no sé si fueron cosas que él me dijo, o que yo en algún momento mal interprete, idealicé, o que yo necesitaba creer. Pero el resultado, era mi entusiasmo exacerbado, no poder dejar de pensar en lo maravilloso que vendría para mi futuro, soñar despierta sin parar. No saben la exaltación y la adrenalina de pensar en que quizá sí, era él, la persona que esperé toda mi vida para salvarme. Abel, mi match 381.
Por unos instantes entonces, como un adicto que sucumbe ante la substancia, así misma yo. Me sentía feliz, llena de energía, especial, vista, elegida, importante, valiosa. Por unos momentos, sentía un rush en mi cuerpo, me sentía con propósito y con una razón para vivir. Estado, que siempre terminaba por disiparse y que había venido siendo un historia que se repetía, se repetía y se repetía.
Al principio yo compartía muchas de mis andanzas con familia y amigos, pero conforme fue avanzando el tiempo, ellos buscaban persuadirme de patrones que percibían como riesgosos y me externaban su preocupación. Entonces decidí dejar de contarles, comencé a aislar cuidadosamente esta parte de mi vida de todos, para evitar sentirme juzgada. En mi cabeza, siempre pensaba, que quizá a la vuelta del siguiente match, encontraría ese amor y que todas eran injustos conmigo.
Eso significaba en ese momento, Abel para mí. Todo lo que siempre había deseado, y yo, se lo deposité en las manos a un total desconocido, una vez más.
Y así fue que nos encontramos, cada quien con sus heridas, por que ni siquiera deseo presentarlo como un villano, no pienso que lo sea. Pero fue el encuentro de dos personas rotas, usándose. En mi caso, usándolo, para llenar mis vacíos. Él pretendiendo salvarme y yo deseosa de ser salvada.
La famosa app de citas, la que se había vuelto mi más efectivo medio de escape de mi soledad y mi profunda tristeza, parecía abrirme una nueva oportunidad dorada. Así fue entonces, que con la esperanza de que viajaba a conocer al amor de mi vida, me embarqué en la milésimo intento desesperado por encontrar el amor afuera de mí. Crónica de un fracaso anunciado.
A simple vista, sé que cualquiera dirá que es una locura hacer algo así. Viajar a un país desconocido para estar con un hombre al que no conoces. Me pasé por alto, infinidad de banderas rojas que me advertían que la situación era riesgosas para mí, todas las señales se me mostaron y todas pasaron por debajo de mi radar. Podrán juzgarme de irresponsable, de falta de criterio, de impulsividad extrema, de tonta, inocente. Pero el piloto automático, es así. Es automático y es un punto ciego que no podemos detectar, hasta que un día nos explota en la cara, derivado de nuestras acciones. Si estamos dispuestos a mirar y la incomodidad es tal, que nos saca de nuestro trance, entonces ahí recién, podemos abrirle camino a nuestra sanación interior.
Nuestras heridas no tienen lógica, no tienen temporalidad y duelen tanto y tan profundo que nos llevan a acciones desesperadas, desorganizadas, automáticas, de defensa, de supervivencia y muchas veces destructivas. Son puntos ciegos, que no pasan por el filtro del pensamiento analítico, estructurado y consciente. De ahí la importancia de conocernos a profundidad y observarnos atentos para cuestionar las cosas que hacemos sin pensar.
Sin ahondar en detalles de lo que viví en este viaje, les cuento que temí por mi integridad y mi seguridad. Fuera de mi país, sin que nadie supiera en donde estaba, despojada de mis documentos y privada de mi libertad, tuve miedo de lo que pasaría conmigo. Yo misma me había metido en la boca del lobo. Me sentí tonta, me juzgué, me odié por momentos, me maldije y fue entonces ahí, que sentí una voz que venía de mi corazón, que me decía, que yo no me quería morir, pero que estaba sistemáticamente poniéndome en situaciones destructivas y peligrosas.
Y ahí empezó mi búsqueda espiritual, a mi regreso de ese viaje. Agradecida de poder volver completa y sin daños aparentes, fue en ese callejón sin salida, que tomé la decisión de hacer algo diferente. Y fue esa vocecita de mi consciencia, débil en ese entonces, y ensordecida por mi ruido mental, mis miedos, mis heridas y mi estrés, la que comenzó a recibir el foco y todo el alimento que podía darle. Cursos, libros, talleres, documentales, terapia, yo hice de todo, y es esa búsqueda, la que hoy me tiene aquí, parada desde otro lugar, y completamente renovada internamente.
Cuando estaba ahí, metida en esos embrollos, no sabía que yo tenía alguna otra opción, simplemente no las veía. Ahora sé, que sí existe un camino de amor hacia uno mismo y que siempre podemos elegir. Conforme fui pudiendo conocerme, reconciliarme conmigo, entenderme, perdonarme, sentir y sanar, se me fueron abriendo nuevos y más amorosos caminos. Ese viaje aún sigue vigente y probablemente seguirá el resto de mi vida.
No ha sido fácil, no ha sido un paseo en el parque, pero hoy, estoy en otro lugar. No puedo pensar en ninguna búsqueda más importante que la que he emprendido en este viaje de regreso a mi corazón. Hoy puedo mirar mi vida y todo lo que he experimentado con infinita compasión por mí, apreciando la perfección en todo, ya que fue eso, lo que hoy me ha proporcionado una nueva claridad.
A tí que me lees, si te encuentras en un punto en tu vida en donde no tienes claridad, en donde estás a punto de tirar la toalla, mírate en mi espejo. Yo quiero decirte que siempre hay esperanza, que los momentos más bajos y dolorosos de nuestra vida, son los catalizadores de la más profunda transformación, si así lo eliges. Que ese vacío y sin sentido puede ser llenado, pero sólo tu propio amor lo llenará. No sientas vergüenza de nada de lo que te ha pasado en la vida, decisiones qué has tomado, de las cosas que has hecho, lo que pasó pasó y tú no eres tu pasado.
Lo único relevante y realmente efectivo, en este momento es, qué eliges en este momento. Siempre tienes la oportunidad de elegir, aunque parezca que no, y ese es tu gran poder.
Durante mucho tiempo toda mi energía y mi foco estuvo puesto en el afuera, en tratar de conseguir que las personas me llenaran, y tratar de controlar las situaciones para sentir seguridad. Pero fue hasta que lo solté todo, que pude conectar con mi interior, mirar mis heridas y sanar internamente. Fue hasta que dejé de buscar en otros y en lo externo, que pude escuchar la sabiduría de mi corazón, para así, construir los cimientos de mi hogar, dentro de mí. No construyas los cimientos de tu casa, en otros, ni en cosas. La única persona que necesitas para vivir, es a ti misma y la única persona que siempre va a estar, eres tú. No existe substituto para el amor propio.
Paradójicamente, cuando dejé de buscar, todo llegó. Hoy en día, tengo una relación de pareja con un hombre maravilloso, quien como acompañante, ha sido parte fundamental de mi continuo proceso de auto transformación y sanación. Conforme más me conozco, me abrazo y me amo, tengo el poder de crear relaciones, entornos y experiencias que me reflejan ese mismo amor. Y esa amorosa creación que puedo ver y tocar hoy, es directamente proporcional al amor que me tengo. No era afuera de mí, que iba a encontrar el amor, ni fue algo que me fue otorgado externamente y que integré a mi vida. Ese amor del que te hablo, es tu esencia más pura. Ese amor, es lo que eres, lo que soy y lo que somos y mana a raudales en tu interior. Pero quizá estas desconectado y lo has olvidado. Todos podemos hacerlo, sin importar lo que hayamos atravesado en la vida, no hay nada que el amor no pueda sanar. Ese amor, infinito, abundante, eterno e incondicional, vive en tí y nunca ha dejado de golpear a tu puerta.
¿Por qué no le abres en este momento?